Invita ‘El Rascacielos’ a vivir la vida al máximo

Evelyn Acosta y Carlos Oroná, junto con Freddie Rivera, conmovieron a los espectadores con su mensaje dentro de “El Rascacielos”. Foto: José Armando García.


La segunda obra de la trilogía de ‘El Faro’ estrena en el FET Galerías




La vida es una contradicción. Nacemos para morir. Es ese espacio que se encuentra entre el inicio y el final. Estos son algunos de los mensajes que la obra “El Rascacielos” dejó el 13 de enero durante su estreno en la quinta edición del FET Galerías.

Original de Carlos Oroná, está puesta en escena, dirigida por él mismo y segunda de una trilogía que inició con “El Faro” y se complementará con “El Portal”, que estrenará este año, conmovió prácticamente hasta las lágrimas a los asistentes a la función realizada en el Teatro Galerías.

Protagonizada por Oroná como Santiago, un escritor alcohólico y profesor de literatura; Freddie Rivera, como Alberto, un farmacéutico italiano que hace un importante descubrimiento y Luca, un alumno de Santiago que se enamora de la hija de éste, y Evelyn Acosta como Lucrecia, asistente italiana de Alberto, y Kira, hija de Santiago, soñadora e idealista, quien dice provenir de otro planeta.

La trama de la obra reflexiona sobre los dilemas a los que se enfrentaría la humanidad si de repente sabe que el ADN tiene tatuado, o programado un código por medio del cual se sabe cuándo será el momento exacto, en día y hora, en que la vida se acaba.

Este descubrimiento lo hace Alberto, un científico italiano que estudió en la UNAM, donde conoció a Santiago, estudiante de letras con el que hace una sólida amistad que trasciende todos los problemas.

Cuando se realiza este descubrimiento, la humanidad se libera, por un corto tiempo, de las ataduras impuestas por la sociedad (narcisismo, adicción a la tecnología, dominación por parte de los poderosos), pero eso es sólo una ilusión.

La revelación de este código genera una sociedad apocalíptica en la que los protagonistas terminan refugiándose en un antiguo rascacielos abandonado mientras deciden si quieren conocer el código de terminación de sus vidas.

Oroná plantea un mensaje en el que el amor y las ganas de vivir la vida al máximo son las claves para salvar a una humanidad que se pierde día a día en el hedonismo y el consumismo.

Las actuaciones de los tres miembros del elenco van en aumento en prácticamente todos los registros, de la comedia al drama sin olvidar la tragedia. El manejo escénico y de iluminación ayudan en el mensaje enviado y al final cuando se revela el secreto tan largamente buscado, las lágrimas afloran sin pudor en los espectadores, quienes no despegaron su vista del escenario durante las más de dos horas de duración de la obra.


Así, la pregunta lanzada por la obra, sobre qué haríamos si supiéramos cuándo finalizaría nuestra vida, es respondida con creces, aunque bien sabemos que la vida no es más que una contradicción, se vive para morir. Lo que vale es cómo valoramos ese espacio intermedio entre el nacimiento y la muerte.

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